Crear mi propia web no fue solo un reto, fue casi un viaje espiritual. No se trataba solo de montar un portfolio bonito, sino de construir un lugar que hablara por mí cuando yo no estoy. Una especie de espejo digital donde puedas ver quién soy, qué pienso y cómo trabajo.
No fue tan fácil como pensé, pero valió totalmente la pena (aunque haya querido lanzar el ordenador por la ventana un par de veces). Así que, aquí te dejo 3 cosas que aprendí en el camino:
1. Tu web no es un CV, es tu universo
Al principio pensé que debía ser súper correcta y formal. Pero luego me di cuenta de que eso no decía absolutamente nada de mí. Lo que realmente necesitaba era una web que se sintiera como mi espacio: innovador, directo y lleno de intención. Así que cambié las estructuras, elegí mis colores favoritos, tipografías que me encantan y diseños que puedes encontrar en mis boards de Pinterest.
Conclusión: No diseñes tu web como si fuera una entrevista de trabajo, diséñala como si fuera tu playlist favorita: que quien entre, te entienda sin que tengas que explicarte.
2. Menos miedo, más prueba y error
No sabía nada de código ni de Elementor. Cero. Solo lo básico: crear entradas y diseñar páginas a partir de plantillas. Pero ahí estaba yo, de la mano de tutoriales de YouTube y ChatGPT, tocando cosas que no debía, borrando accidentalmente lo que sí funcionaba y volviendo a empezar.
¿Y sabes qué? No pasa nada, nada explota. Cometí tantos errores que me faltan manos para contarlos, y muchas veces el control + Z no funcionaba y me tocaba empezar desde cero. Y aunque es un coñazx, el mundo no se acaba, y tu web tampoco. Toca, cambia, crea, equivócate y vuelve atrás.
Conclusión: No necesitas saberlo todo para empezar, solo necesitas empezar. Y tener backups, muchos backups.
3. Cada detalle comunica, incluso los que nadie ve
Desde la opacidad de una imagen hasta la animación sutil de un botón, TODO comunica algo. Y si no lo hace, probablemente esté de más. Diseñar mi propia web me enseñó a cuidar cada mínimo detalle: esos pequeños elementos que, sumados, construyen una experiencia completa a cada usuario que interactua con tu web.
Por ello, cada color, tipografía, frase, imagen o video debe tener coherencia. Si no, el mensaje se pierde y probablemente no logres los objetivos que tenías para tu página. Una web no solo se ve, también se recorre, se intuye, se siente. Y eso solo se consigue cuando todo lo que está, está por algo
Conclusión: Si todo está perfecto pero no te dice nada, entonces algo está fallando.
¿Y ahora qué?
Mi web está viva y evolucionando, como yo. Y si tú estás pensando en hacer la tuya, mi consejo es simple: no busques que sea perfecta, busca que sea tuya. La técnica se aprende, pero tú no cambias y tu creatividad tampoco. Si después de leer esto te pica la curiosidad, puedes darte una vuelta por la mía. No te prometo iluminación divina, pero quizás te saque una idea o una sonrisa.
Y si buscas más consejos, no te vayas sin echarle un ojo a mi blog. Puede que encuentres algo que te salve la vida… o al menos la web.